Facebook y Twitter acababan de nacer, mandábamos SMS, chateábamos en MSN y escuchábamos música en CD’s o MP3. Todo el mundo compraba en las tiendas y solíamos buscar información en las bibliotecas. Nadie tenía un smartphone, las redes sociales y los amigos se hacían en los bares, y una nube era vapor de agua en suspensión. Jamás pensamos que llegaríamos a necesitar un personal shopper o un community manager. Era imposible imaginar que nos convertiríamos en esclavos publicando lo que hacemos en cada momento del día, ni sospechábamos que nos convertiríamos en adictos a la conectividad total 24/7.